El efecto felpudo: cuando perdonar demasiado desgasta

“No pasa nada”, “no te preocupes, todo está bien”, “te entiendo, lo dejamos pasar”… Estas y otros tipos de respuestas dan forma al efecto felpudo, a esa situación desgastante en la que una persona perdona y cede, baja el rostro y permite ser vulnerada casi de manera reiterada. Poco a poco, la autoestima queda tan tocada y pisoteada que se corre el riesgo de derivar en situaciones de gran indefensión.

Admitámoslo, vivimos en una sociedad en la que se asume que el perdón es esa virtud que deberíamos practicar a diario. Esta dimensión se asocia a la magnanimidad humana, y está inspirada a su vez en esas corrientes espiritualesy religiosas que tanto nos condicionan en ocasiones. Sin embargo, por nuestro bienestar psicológico es necesario entender que hay límites y excepciones.

No todo es objeto de perdón. Es más el perdón siempre será adecuado cuando exista algo de valor, algo que genere beneficio a ambas  partes. En ocasiones, es necesario dar este paso para dejar ir una etapa e iniciar una nueva libres de un peso que nos restaba impulso. A veces, cedemos y perdonamos porque la persona nos importa, porque el agravio vivido no es especialmente lesivo y asumimos que vamos a poder vivir con ello.

El perdón y el acto de perdonar son en ocasiones parte de un proceso terapéutico, lo tenemos claro. Sin embargo, en otros casos es necesario saber ponderar. Hay circunstancias puntuales en las que no sería recomendable ni aceptable ceder. Un ejemplo de ello es cuando convivimos o tenemos cerca a una personalidad narcisita, alguien que consciente de sus actos serán perdonados una y otra vez, ampliará aún más su coto de ataque y vulneración constante.

Errar es humano. Perdonar es divino, pero repetir una y otra vez el mismo error es estúpido”.

-Cardenal Jaime Sin-

El efecto felpudo ¿en qué consiste?

El efecto felpudo lleva unos años siendo materia de estudio en el campo de la psicología de la personalidad. Así, trabajos como los llevados a cabo por los psicólogos Lee Louchies y Ernest J. Finkel, de la Northwestern University (Illinois, Estados Unidos) nos señalan algo importante que considerar.

  • En el momento que una persona empieza a perdonar de manera reiterada, la autoestima y el autoconcepto se ven perjudicados.
  • Esta dinámica se da con mucha frecuencia en dos ámbitos muy concretos: en las relaciones afectivas y el mundo laboral. Perdonamos a nuestras parejas una y otra vez porque hay un componente emocional. Cedemos con nuestros jefes y compañeros de trabajo porque necesitamos mantener nuestro puesto en esa organización.