El Bienestar es una Habilidad

Richard Davidson

Richard Davidson es psicólogo y neurocientífico de formación, Director del Centro para la Investigación de Mentes Sanas en el Centro Waisman y Profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison. Él afirma que pronto en su carrera como investigador estuvo rodeado de personas cuyo comportamiento y presencia irradiaban amabilidad, ternura y bondad contagiosas. “Estos no eran mis profesores de la facultad de Harvard”, afirma. De ahí surgió su interés por las prácticas y ciencias contemplativas y dos años después de haber terminado su carrera emprendió un viaje a la India y a Sri Lanka durante tres meses para “tener una ligera degustación” del tipo de entrenamiento al que estaban sujetos esa persona que irradiaban tanta ternura y bondad que conoció durante sus primeros años en Harvard.

Cuando volvió de su viaje por Asia, se dio cuenta de que las tradiciones contemplativas ofrecían a las ramas de la psicología, medicina y neurociencia grandes aportaciones que debían ser investigadas y abordadas de manera rigurosa.

El Dr. Davidson fue un alumno destacado a lo largo de su carrera y comenzó a estudiar el cerebro y las emociones. Aunque a los inicios todos sus maestros y compañeros de Harvard le aconsejaban no estudiar las implicaciones de la meditación en el cerebro, él seguía su formación en meditación. “Veinte años después mi vida cambio”, afirma. En 1992 conoció a Su Santidad el XIV Dalai Lama junto con un pequeño grupo de investigadores en Dharamsala. En sus conversaciones reflexionaron que, hasta ese momento, se había utilizado la ciencia para estudiar estados mentales negativos (ansiedad, miedo, depresión….). “El Dalai Lama nos preguntó ¿Y por qué no utilizar esa misma ciencia para estudiar el amor, la amabilidad y la compasión?”, confiesa Davidson. Desde ese día de 1992 Davidson ha puesto todos sus esfuerzos en estudiar el amor, la paciencia, la compasión y la ecuanimidad desde el paradigma de la neurociencia.

“Las cosas han cambiado desde entonces”, afirma Davidson con contundencia. Según él, ha habido cuatro descubrimientos científicos que han propulsado el estudio de todo este campo tan novedoso.

El primero es la Neuroplasticidad. La capacidad del cerebro de cambiar en función de lo que experimentamos de manera consciente o inconsciente. Además, el fenómeno de la Neurogénesis nos da a conocer se pueden crear nuevas neuronas en el cerebro y nuevas conexiones neuronales. Para “Richie” estas son noticias fabulosas, ya que por medio del entrenamiento podemos ser capaces de moldear nuestro cerebro para fomentar salud física y mental. “Para mi es una invitación a tomar responsabilidad sobre nuestro bienestar físico y mental”, dice Davidson.

El segundo punto es lo equivalente a la Neuroplasticidad en el mundo de la Genómica, la epigenética. La epigenética se refiere a cómo se regulan y expresan los genes. Lo que plantea esta nueva ciencia es que a pesar de que nacemos con una dotación genética, la expresión y regulación de los mismos es un proceso dinámico y cambiante momento a momento y en relación con nuestro entorno. “Sabemos que la manera cómo una madre se relaciona con su recién nacido puede afectar de manera sustancial la expresión de la dotación genética en el cerebro de ese bebé teniendo repercusiones para toda la vida”, apunta el neurocientífico. En un estudio, Davidson y sus colegas observaron cambios genéticos en las personas después de un periodo intensivo de meditación de ocho horas al día. Es decir, podemos alterar nuestra expresión genética por medio del entrenamiento mental y emocional. Esto cobra especial importancia, si pensamos que hace dos décadas se creía que los únicos cambios que podrían manifestarse en el cerebro y los genes se manifiestan por degeneración o descomposición. Nuestros genes y nuestras neuronas cambian momento a momento a favor nuestro por medio del entrenamiento de nuestra mente.

En tercer lugar, están las vías bidireccionales que se han encontrado entre el el cerebro y el cuerpo. Esto es como nuestro cerebro puede tener impactos sobre funciones de nuestro cuerpo y como nuestro cuerpo retroalimenta y afecta a nuestro cerebro. “Ahora podemos afirmar con claridad y gracias a estudios muy bien elaborados que nuestra salud física se ve afectada por nuestro estado emocional y viceversa”, aclara el neurocientífico. Según Davidson, esto hace pensar a los científicos que mediante el entrenamiento mental nuestro cerebro puede modificarse repercutiendo en nuestra salud física de manera positiva. Dichos estudios también sugieren que alteraciones en el cuerpo pueden afectar a la salud cerebral, dando cabida a los programas, prácticas o ejercicios que integran la relación mente-cuerpo.

En cuarto lugar, aunque para el graduado de Harvard sigue siendo un tema controversial, está la idea de que los humanos tenemos una “bondad básica innata”. Diferentes estudios, como por ejemplo los de Paul Bloom de la Universidad de Yale y de Michael Tomasello del Instituto Max Planck, afirman que infantes de tan solo seis meses están “equipados biológicamente” para ayudar y elegir conductas altruistas.

Para el profesor de Wisconsin-Madison, las ciencias contemplativas y todas la tecnologías que ofrecen herramientas para cultivar el amor y la compasión nos invitan a reconocer, actualizar y fortalecer algo que ha estado ahí desde siempre. Para Davidson, cualidades como el altruismo, el amor y la compasión son como los idiomas: todos estamos biológicamente predeterminados para ello y solamente necesitamos ciertas condiciones culturales, contextuales e individuales para que se manifieste. Afirma que para que las semillas del amor y la compasión florezcan necesitamos de una comunidad compasiva que nos enseñe a aprender esta habilidad.

Toda esta evidencia y más estudios que se están llevando a cabo en el laboratorio de este particular neurocientífico señalan que el entrenamiento contemplativo nos dota de recursos para cultivar la resiliencia (recuperarnos rápidamente de momentos de dolor y adversidad), la capacidad de irradiar y recordarnos de la importancia de nuestra “bondad básica innata” que tenemos como seres humanos, generosidad (los datos son contundentes al mostrar que es por medio de la práctica de generosidad que se activan los circuitos cerebrales del bienestar de manera más directa) y atención o la capacidad de disminuir la rumiación mental (cuando la gente vive en el momento presente presentan mayores índices de bienestar). Todos estos datos se encuentran en el “Reporte Mundial de la Felicidad 2015” publicado como una iniciativa de la Naciones Unidas.