Mariela Michelena: «Por amor, las mujeres somos capaces de inmolarnos»
¿Cuánto estamos dispuestas a perder por amor? En ‘Mujeres que lo dan todo a cambio de nada‘, la psicoanalista lanza un órdago: en esta vida nadie se lo merece todo.
Mariela Michelena ríe. De manera estruendosa, contagiosa e inteligente, ríe. Es una intelectual de peso y tiene una posición de didacta en la Asociación Psicoanalítica de Madrid (la que defiende la ortodoxia freudiana en nuestro país), pero no se le nota. Es decir, no se le nota ‘a priori’. Llega a la entrevista con unos zapatos planos y los tacones en el bolso.
Es coqueta y mientras la maquillan disecciona con pasión la serie ‘Scandal’ y el último libro de Muñoz Molina. Así es ella, ecléctica, apasionada y venezolana… Capaz de hablar del romance entre Heidegger y Hanah Arendt como si fuera un bolero y de utilizar el humor para explicar sin culpabilizar (y sin ofrecer remedios mágicos) por qué hay tantas mujeres que lo dan todo a cambio de nada: es decir, las ‘malqueridas’.
Esas ‘víctimas que todo lo pueden’, enfangadas en relaciones desiguales o que se sacrifican en la pira del amor para luego ser abandonadas como si no valiesen nada. De ellas sabe mucho Mariela Michelena… y con ellas lleva años manteniendo una relación cómplice y epistolar que le ha servido de ‘material vital’ para su último libro.
Mujerhoy. ¿Qué hacen las mujeres malqueridas por amor?
Mariela Michelena. Lo que haga falta. Una mujer por amor es capaz de inmolarse, de olvidarse de sí misma; es capaz de dar, de entregar, de sufrir en silencio, de perdonar cosas imperdonables, de tolerar situaciones intolerables…
MH. Muchas de estas mujeres, además de entregarse en cuerpo y alma, se endeudan económicamente. ¿Qué papel juega el dinero en estas relaciones malsanas?
MM. El dinero siempre juega un papel muy importante en cualquier relación. Primero porque es algo central en la supervivencia, pero también porque es algo de lo que no se habla, porque no se considera elegante ni femenino… Pero cada vez hay más mujeres que llevan el peso de la economía familiar. Y si estamos dispuestas a darlo todo por amor… ¿por qué no vamos también a dar dinero y endeudarnos por ese pobre ser que lo está pasando tan mal y solo necesita un coche nuevo para su empresa? Al pobre le ha ido mal en la vida y tú lo comprendes y tú lo perdonas y tú lo rescatas porque le han engañado, o ha tenido muy mala suerte. Recibo muchas cartas de mujeres que pasan años pagando las deudas de un hombre al que ya ni siquiera ven.
MH. Y cómo les tiene que doler…
MM. Claro, porque bastante difícil es olvidar a un ex que te ha malquerido para que además tengas que recordarlo cada mes porque te quitan algo tuyo. Muchos de estos hombres se presentan como desvalidos, que no digo que no lo sean… y a una mujer no hay nada que le guste más que un hombre desvalido. Si esa vena maternal supone hacerse cargo de los gastos, o incluso endeudarse o hipotecarse para proteger al ‘pobrecito’, esa mujer estará dispuesta a darlo todo.
MH. El propio lenguaje, esa dicotomía del todo y la nada, ¿no resulta ya en sí mismo algo patológico?
MM. Por supuesto, ese lenguaje es bastante engañoso, porque en realidad, lo damos todo porque estamos pidiendo todo a cambio.
MH. ¿Y en qué consiste ese todo? ¿Qué queremos realmente?
MM. Ser queridas y, sobre todo, reconocidas, que se nos agradezca lo que hemos hecho, lo que valemos, lo que damos… el que al final hayamos dado todo a cambio de nada es el resultado, pero no la intención, lo que pasa es que hay algo de la omnipotencia femenina, del orden de lo maternal, que se pone por encima del bien y del mal y piensa: «Si tú no me das, no pasa nada; yo soy más generosa que todo eso». Pero no es solo masoquismo, también hay un deseo de poder decir: «Sin mí, no hubiera podido sacar esa carrera»; «Por mí, tiene ese negocio»; «Sin mí, no sería nadie». Cada quien tiene que descubrir cuál es el texto de su agenda oculta.
MH. He detectado que en sus libros usa muchas metáforas, conceptos como agenda oculta, el gato, la capita… que sus lectoras se apropian y utilizan en las cartas que le mandan.
MM. Cuando la lectora me habla en esos términos ya sé que estamos en la misma frecuencia de onda. Es como si me dijeran: «Sí, lo entendí». Y en realidad son conceptos complejos y misteriosos. Por ejemplo, la agenda oculta, es la historia infantil, el inconsciente; la pasión por la piedra es lo que en psicoanálisis se llama la compulsión a la repetición, que tiene que ver con la pulsión de muerte; el gato hace referencia al cuento de la ratita presumida, ese personaje que hace un ‘casting’ para buscar novio y de todos los animales que se presentan a su puerta ella elige al único que, sin ninguna duda, se la va a comer…
MH. ¿Qué diferencia hay entre endiosar o admirar?
MM. Uno puede admirar a alguien de igual a igual. Admirar es reconocer las cualidades del otro, y a mí me parece que eso tiene que formar parte de una relación de pareja. Pero endiosar al otro es no tomarlo en cuenta, inventarte a un personaje que sale de tu chistera y que poco tiene que ver con la realidad. El otro es alguien que pasaba por allí a quien tú has hecho merecedor de tus bondades, de tu sacrificio, de tu entrega, de tu sufrimiento, de tu hipoteca… Pero eso lo has decidido tú sola y poco tiene que ver con esa persona real.
MH. Y esos hombres, ¿cómo ven a las mujeres ‘malqueridas’?
MM. Generalmente las usan, se aprovechan de ellas y piensan ‘por qué no’. Ellos sienten que todo se lo merecen, porque… ¿cómo no se lo va a merecer todo Dios?
MH. ¿Y no hay una cierta incomodidad por parte de él?
MM. No, porque hace falta un cómplice y estos hombres se hacen cómplices incluso en contra de su voluntad, porque los malcrían, los endiosan, porque no les piden nada. Las mujeres no sabemos pedir porque pedir no es elegante… O, al menos, para una madre todopoderosa no lo es.
MH. ¿Y qué papel juega la cultura en todo esto?
MM. Es evidente que en estos momentos se han cambiado los parámetros en la elección de pareja y eso influye en nuestra manera de vivir el amor y de sufrirlo. Los seres humanos somos algo de biología y mucho de historia personal, y esa historia no puede estar desinsertada de la cultura. Si antes se privilegiaba una relación a largo plazo, la construcción de una familia y el compromiso, en este momento, lo que la cultura impone son los valores de libertad y la posibilidad de elección. Si no te gusta el producto, cámbialo. Esto hace que los vínculos sean frágiles, ligeros y livianos para todos, también para los hombres. Porque ellos no son los únicos que tienen relaciones intrascendentes… Pero a nosotras nos suena un día el reloj biológico y ya no nos valen ese tipo de vínculos. Todo eso es cultural, pero los motivos que nos hacen sufrir por amor, por qué repetimos gato, siguen siendo personales e intransferibles.
MH. ¿Por qué es tan difícil la reciprocidad?
MM. Para empezar porque, desde nuestra vena maternal y nuestra capita de superheroína omnipotente, no la pedimos.
MH. Al final del libro habla de la necesidad de encontrar ‘un roto para un descosido’.
MM. Porque eso es hacer pareja… que una persona se sepa rota, incompleta e incapaz, y que sea capaz de enamorarse de otra persona que también se sabe rota, incompleta e incapaz. Y que ese descosido acepte a su vez la rotura del otro.
MH. En 2009 publicó ‘Anoche soñé que tenía pechos’, un conmovedor libro autobiográfico sobre el cáncer de mama. Lleva seis años sana: ¿ha dejado de tener miedo?
MM. Yo tuve mucho miedo a morirme, pero ahora ya no. Lo viví a pelo, en el sentido de que no busqué ayuda psicológica y no me privé de sentir el miedo en toda su dimensión, de imaginarme mi vida sin mí…. Pero lo que me ha hecho fuerte no ha sido el cáncer, sino la vida. A día de hoy, todavía hay imágenes que me hacen llorar, pero que no tienen que ver con la muerte sino con el roto, es decir, con la imagen de mí misma mutilada. [Mariela se emociona]. Hay cosas de las que todavía no puedo hablar sin llorar, pero eso es también la vida.
MH. ¿Cómo le afectó haber desvelado su vida personal cuando parte de la eficacia del psicoanálisis consiste en la distancia que se establece ante el paciente?
MM. Eso fue delicado, y estuve hasta el último momento valorando si publicarlo con seudónimo. Pero para mí fue como una reafirmación de la vida: «He sobrevivido y lo voy a contar porque me lo merezco y porque yo lo valgo». Y sí, me puse yo por delante de mis pacientes y de mi profesión, porque antes de ser psicoanalista soy mujer y antes de ser mujer soy persona. Ese fue el esquema de valores que adopté. Tengo un paciente oncólogo que solo lo supo después de que me quitara la peluca y no se lo podía creer. También ha habido pacientes que han leído el libro y me han buscado como terapeuta, porque piensan que solo quien ha pasado por una experiencia similar les puede ayudar, pero la mayoría no se ha enterado.
MH. En Venezuela hubo incluso un montaje teatral.
MM. Es de las cosas más bellas que me ha devuelto la enfermedad. Suele visitar su país a menudo, ¿cómo está Venezuela? Venezuela está muy mal, mucho más enferma de lo que yo estuve. Es un país rico paupérrimo, donde no hay nada y todo el mundo está armado. Desde que llegas te cae el peso de la militarización por una parte y, por otra, el miedo a una violencia gratuita y desproporcionada. Se sabe que hay leche en un supermercado y se empieza a tuitear la dirección. Yo eso lo viví: se hacen colas y, de repente, llegan motoristas armados a robar las bolsas de la compra. El espectáculo de los anaqueles vacíos es aterrador. Y el problema ya no es el desabastecimiento, sino los atracos a la puerta de las tiendas. A mí me tocó vivir uno por jabón y otro por leche… Así que cuando voy llevo jabón, champú, ibuprofeno, las pastillas para la tensión de mi madre… las cosas más elementales, que no es que sean caras, es que no existen. Ya no reconozco a mi país, solo a mi madre.
MH. Muchas veces habla de las mujeres ‘malqueridas’ en primera persona. ¿Alguna vez Mariela Michelena ha sido una mujer malquerida?
MM. [Risas]. Pero por supuesto que sí, por quién me tomas. Pero ya no, yo aprendí. He vivido mucho y muy intensamente. Empecé a hablar de las mujeres malqueridas porque me llamaba mucho la atención en la consulta la cantidad de mujeres que sufrían desaforadamente por un pelele. Pero yo nunca sufrí por un pelele, que conste, el mío era un dios verdadero. [Risas]
Jugar con las cartas marcadas…
«La vida es como una larga partida de cartas. El azar reparte caprichosamente a cada cual las suyas. No podemos elegirlas, lo que sí podemos es decidir cómo jugarlas», así comienza el último libro de Mariela Michelena, ‘Mujeres que lo dan todo a cambio de nada’ (Ed. La Esfera), una reflexión que se apoya en las cartas de sus lectora
Ver fotos Mariela Michelena, psicoanalista y escritora
14 feb 2015 MUJERHOY – ISABEL NAVARRO /FOTOS: CHESCO LÓPEZ
Deja tu comentario