Necesito decir «no», para decirme sí a mí
Vivimos en una sociedad en la que todo debe ser perfecto, eficiente y feliz. Decir sí a los planes y peticiones que nos realizan se ha convertido en una norma no escrita.
El sí se ha convertido en una ley perfecta para cada demanda de nuestro entorno; en este sentido, aprendí que actúa como un veneno que agota nuestra esencia. Sin darnos cuenta, nos debilita y nos deteriora hasta que somos incapaces de dar más de nosotros.
A veces nos quedamos sin consciencia de las cosas que necesitamos y, en consecuencia, nos embargan emociones como el vacío o la soledad. Por ello, voy a contarte cómo aprendí a transitar por estos caminos, por ese en el que tuve que decir: necesito decirte no, para decirme sí.
“Decirme sí” implicaba tener en cuenta mis deseos y mis necesidades. Decir a los demás un no sosegado, cuidado, humilde y sincero fue un acto de autocompasión muy potente. Implicó comenzar a mimarme, analizando con calma los mensajes que mi cuerpo y mi mente estaban tratando de materializar y hacer conscientes. ¿Cómo aprendí a decir que no?
Como aprendí a decir no
Cuando de lo más profundo del alma surge la necesidad imperiosa de decir que no a un plan, un acto, un evento, un encuentro, un abrazo o una llamada hay que tenerse en cuenta. Muy en cuenta.
Comencé a decir no cuando comprendí que al hacerlo estaba siendo – y haciendo – consciente de una parte de mí que tenía abandonada en un rincón de mi Yo. Porque vivir de forma perpetua para los demás implica dejar de hacerlo para uno mismo.
No sabía muy bien cómo decir que no sin herir a los demás. Tenía miedo de qué pensarían o cómo reaccionarían ante mi negativa
Lidiar con la culpabilidad
La culpabilidad es uno de nuestros principales censores. Sin embargo, es necesario hacerlo. Te cuento un secreto: esta emoción es pasajera. Ni durará para siempre, ni se instalará de forma perpetua en tu corazón. Todo tiene un comienzo y un final, todo pasa. Y la culpabilidad también lo hará.
Creo que todo el mundo aprendemos a decir que no en algún momento de nuestra vida. Nadie nace asertivo de forma innata. La asertividad no es una conducta de determinación genética, sino que se adquiere con la experiencia.
Entre las estrategias que más me ayudaron -y me ayudan- a lidiar con la culpabilidad es la asertividad. Ser asertivo implica expresar qué pensamos, qué sentimos y qué deseamos con libertad, de forma transparente y sincera. Además, es un proceso de aprendizaje que resulta extraordinariamente transformador.
Ser asertivo significa unir lo que pienso, con lo que siento, de forma que la otra persona pueda entenderlo. Algunos ejemplos de respuestas asertivas que he utilizado con el paso de los años son las siguientes:
- No voy a ir a esta reunión porque estoy agotado y necesito descansar.
- No quiero ver esta película porque el cine de terror me da miedo.
- No voy a pasar la noche en el hospital porque termino mentalmente agotado.
- Antes me has preguntado si íbamos a subir al centro; verás, ahora mismo no me apetece.
- Lo que me has dicho me ha molestado porque me ha hecho sentir avergonzado y humillado, no quiero volver a sentirme así; así que, por favor, no vuelvas a hacerlo.
- Agradezco que te preocupes por mí, pero que estés preguntándome constantemente me agota, por favor, no seas tan insistente.
Aprender a decir que no fue un acto tremendamente liberador. Porque por primera vez en tiempo comencé a tener en cuenta qué era lo que yo quería en ese instante. Comencé a poner en valor mis propios pensamientos, sentimientos y deseos.
Decir no es una necesidad
Decir no es una necesidad tanto física como psicológica. Para mí lo fue. Porque cuando evitamos decir que no a algo que nos da pereza, nos duele, nos asfixia o nos atormenta, estamos haciendo que nuestra autoestima disminuya.
Mi autoestima lo hizo, y mucho. Al poner en primer lugar a otras personas, ¿dónde quedaba yo? Pues en un segundo plano. En un segundo plano tan doloroso que me sentía fracasado.
La realidad es que cada noche de nuestra vida nos acostamos con nosotros mismos. Siempre. Esto nunca falla. Y cuando vas a dormir y sientes que has hecho todo lo posible por los demás, pero a ti mismo te has relegado a un segundo plano, ¿dónde queda la autoestima?
Por La mente es maravillosa
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